3 de abril de 2007

Respeto y solidaridad a la parroquia de Entrevías.

Desde el más profundo de mis ateismos, y la esperanza de que algún día este país será realmente laico, no puedo dejar de demostrar máximo respeto y solidaridad a la lucha que, no por nueva, vuelve a la actualidad de la parroquia de Entrevías.

Una vez más los poderosos quieren aplastar a los honrrados. Una vez más el poder quiere imponerse a las personas, una vez más los intereses de las cúpulas eclesiásticas quieren imponer su ley aunque ésta no sea necesariamente coherente con la ley de su Dios.

Personalmente no puedo formar parte del concreto de la reivindicación que los feligreses de vallecas alzan estos días, pero desde mi convicciones ateas puedo respetar las creencias, acciones y luchas de la parroquia que ha dirigido Enrique de Castro, mientras que me opongo frontalmente con la mayor parte de las creencias y acciones de la institución de la iglesia católica.

Y ésto, que puede parecer una contradicción, no lo es, porque se que si todas las religiones fueran practicadas como lo hacen en Entrevías, el laicismo del estado, el respeto entre culturas y creencias y la convivencia pacífica estarían más cerca.

No puede terminar estas ligeras frases sin darle una vez más las gracias a mis progenitores que nunca me hicieron pasar por rito religioso alguno, lo que me permite estar fuera de las cuentas de esta iglesia hostil y egoista, que con una mano permite la expansión del sida en Africa prohibiendo el uso del preservativo, mientras que con la otra llama a la lucha ideológica, pero no la de la solidaridad y la justicia , sino la de los poderosos, que no todavía nadie ha encontrado en los escritos.

2 comentarios:

  1. Anónimo12:42 p. m.

    Estos tres sacerdotes me recuerdan la persecución que sufrió el Padre LLanos, prófugo de la justicia. Tengo esperanza de que, como a éste, con el tiempo se les reconozca su ejemplar labor humanitaria.

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  2. Anónimo11:59 a. m.

    El Vaticano que, por un lado, condena el uso del preservativo en Africa y por otro, a través del Banco Ambrosiano (controlado por el celebre Marcinkus y liquidado tras un agujero económico monstruosos y asesinatos disfrazados de suicidio como el de Roberto Calvi) hacía inversiones de tan alto riesgo ético como financiero en armas, preservativos, etc, etc.

    Enrique de Castro y los demás (Jon Sobrino, el asesinado Ellacuría, el conservador decente y tambien asesinado Monseñor Romero, etc,) tienen para los pueblos y la izquierda la más alta consideración que se le puede dar a alguien: son compañeros, en ese caudal amplio y diverso de la lucha por hacer posible un mundo más justo.

    Olé, por ellos.

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